"Me costó mucho aprender a leer. No me parecía lógico que la letra m se lhamara eme, y sin embargo com la vocal siguiente no se dijera emea sino ma. Me era impossible leer así. Por fin, cuando lhegué al Montessori la maestra no me enseñó los nombres sino los sonidos de las consonantes. Así pude leer el primer libro que encontré en un arcón polvoriento del depósito de la casa. Estaba descosido e incompleto, pero me absorbió de un modo tan intenso que el novio de Sara soltó al pasar una premonición aterradora: "Carajo!, este niño va a ser escritor".
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ, Vivir para contarla. Debosillo, Buenos Aires, 2004.
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